Normal.
Los elfos domésticos sólo existen en las películas de Harry Potter.
Y el único ser pequeño que habita la casa conmigo es Lucca.
Y más que un elfo, parece un dogo.
Es un dogo.
Organizo las cosas y me levanto raudo.
Toca paseo con Lucca para saludar al sol.
La rutina de cada mañana.
Me espera ansioso mientras me visto.
Se sienta y espera paciente a que recoja su collar y la correa.
Se lo pongo.
Salimos.
Mi mano derecha acaricia la funda de la Blackberry.
Me reconforta saber que mi conexión con mi futuro #empleo va conmigo.
De una parte, a un extremo de un trozo de cuero trenzado, mi mejor animal amigo.
De otra, a escasos centímetros de mi cuerpo, prendido en un bolsillo de la chaqueta, mi mejor artefacto amigo.
Paradojas.
Volvemos.
La búsqueda ha sido infructuosa.
Lucca ha cumplido.
Mis alertas de #empleo han llegado de vacío.
En casa apresuro todo.
Preparo maleta, recojo ropa. Lo meto todo de golpe. Apenas sí doblo nada.
No tengo tiempo.
No lo quiero.
Voy con la idea de regresar lo antes posible.
No me apetece nada la idea de tener que hacerme ochocientos kilómetros y pico en tres días.
No me gusta nada la idea de pasar dos noches sin el resoplido y sin los ronquidos del enano.
Marchamos.
Salimos de Castellón presurosos.
El día es plácido y soleado.
Parece vaticinar grandes cosas.
El viaje se hace largo.
Denso.
Espeso.
Kilómetro tras kilómetros voy analizando cada fase del viaje.
Lo que me espera a mi llegada.
Lo que deseo a mi regreso.
Llegamos.
Mi madre espera en la puerta de casa.
Mi padre, que trabaja en su despacho, no se ha dado cuenta de mi llegada.
Comemos.
Hablamos.
Hace tiempo que no nos vemos.
Desde algo bastante antes de Navidad.
Toca ponernos al día.
Y qué poco me gusta hacer memoria.
Resumo rápido y fugazmente.
La comida es corta.
Aunque se me hace eterna.
Nunca termino de acostumbrarme a las comidas de casa de mis padres.
Sobremesa.
Toca ponerse a trabajar.
Mañana tengo una presentación importante.
Todas mis ideas se apelotonan un mi cabeza.
Desordenadas.
Precisas.
Nunca se prever el tiempo que me va a llevar preparar algo.
Siempre se me va de las manos.
Empiezo por algo simple.
Lo mejoro poco a poco.
Y termino haciéndolo de nuevo para dejarlo perfecto.
Nunca es suficiente.
Siempre quiero más.
Toda la tarde preparando bocetos, diseños, organigramas, esquemas, bosquejos.
Todo un proyecto web resumido en capas, colores, texturas y guiones.
Una página web llena de contenido en apenas tres horas.
Me lleva otras tres darle forma y preparar la presentación en Power Point.
A eso de la una de la mañana del miércoles, termino.
Se puede mejorar.
Pero eso corre por parte de mi perspicacia.
Como siempre dejo que la improvisación sea mi guión.
Mi padre anduvo retocando cosas en cada fase intermedia del proyecto.
Le corresponde.
Por algo es quien me va a presentar a los interesados en el proyecto.
Pero no me gusta nada que me diga cómo hacer las cosas.
Y menos cuando apenas sabe cómo funcionan estas cosas.
Bueno.
Cada cosa a su tiempo.
Es tarde.
Toca dormir.
Mañana tengo que causar buena impresión.
Por cierto. A las once y media tengo otra entrevista para otro proyecto web.
En este caso, tan sólo hemos de conocernos y ver qué quieren hacer.
Una entrevista profesional en toda regla.
Al toro.
Buenas noches.
Que descanséis.
Entrada del 1.
Es febrero.
Año 2.
2011
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Antonio Vallejo Chanal
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