Las relaciones: puntos y contrapuntos

Os voy a contar algo. La vida será sabia. Pero también es dura, severa y dramáticamente perversa. O al menos es ésa la sensación que se tiene inmediatamente después de que te suceda un revés.

En mi caso, se llevan sucediendo ya varios en este 2009, desde enero, y parece que sea mi año maldito.

El más reciente ha sido el sucedido a raíz de una casi relación que parecía iba a fructificar y que ha quedado en nada.

Os cuento (necesito hacerlo, porque necesito contárselo a alguien), pero igual molesta a otros.

El caso es que conocí a una chica recientemente. En concreto la vi justo antes de que ocurriera el percance de mi perro Lucca. Salía de un partido de padel  y ella accedía a las instalaciones con unos amigos. A la chica la conocía de haber patinado hacía dos años por Benicassim. Ni me acordaba de ella.

En esa época ella salía con un chico, y a mí no me apetecía crear discordia, a pesar de que me gustaba.

Al grano. Me envió un mensaje que leí al día siguiente. Y desde entonces hice lo posible por quedar con ella, por conocerla, por estar a su lado el máximo tiempo posible. Hay que decir que tiene 11 años menos que yo (yo tengo 39 ya, bien conservados). Y hay que decir que ella es la criatura más bonita que haya conocido hasta el momento. Un encanto.

Descubrí que nos gustaban las mismas cosas, que lo que hacía me tenía engatusado… y, me enamoré. Rápida y perdidamente. Llegados a este punto, me dediqué por entero a empezar esa relación, pero por lo visto de una forma que a ella le parecía precipitada, rápida, acelerada. Pero no ha habido modo de frenarla.

Hemos ido rápido. Ha sido muy intenso. Y al final ha terminado roto y por los suelos.

Sin peleas, sin discusiones… Pero para ella voy demasiado rápido, y por lo que creo tampoco me quiere.

Todo esto viene por una razón.

Por el regusto que se te queda en el estómago cuando encuentras a una persona con la que conectas de tal forma que cuando se acaba, parece que nada tenga sentido. Que todo te pese, se te haga letárgico, y se te quiten las ganas de hacer nada más. Las noches se hacen largas, y los días, más largos.

No hay forma de olvidarla, pero tampoco de dejar de pensar en ella. Y no es obsesión. Creo que éramos tan afines, que la conexión que tenía y que necesitaba tener era tan profunda y tan magnética que congeniaba a la perfección.

Lo que se me hecha en cara es que sea un hombre de muy buena convicción. El miedo que tiene es que tengo un gran poder de convicción, y que la llevo al huerto con lo que le digo, cada vez.

Ya no sé si es culpa mía, o si realmente ella no quería nada, y era de ley que esto se acabara.

Pero creo que todos me entenderéis cuando digo que cuando se pierde algo así, es como arrojar al mar un trozo de tu corazón…

Y el mío ha caído en una sima tan profunda que aún hoy, oigo el silencio del vacío por el que sigue cayendo sin freno, y la congoja que me atenaza el estómago no es otra que la de imaginar el golpe que se dará cuando llegue al fondo.

Un golpe que repito en mi cabeza todos los días.

Un golpe que sé que me producirá más dolor que ahora, si cabe, porque se producirá cuando sea consciente de que la he perdido… para siempre.

Y me pregunto… ¿por qué tenemos que conocer a personas que nos marquen tanto, de las que podamos llegar a enamorarnos, a imaginar una vida juntos, si luego nunca se hará realidad ese deseo?

¿Tan cruel tiene que ser la vida que nos ponga la miel en los labios, para luego darnos cuenta de que hay un cristal que nos impide saborearla?

Hasta siempre TT. Hasta nunca TT.

Entrada del 16.
Es junio.
Año 0.
2009

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Consultor y Estratega en Social Media y Marketing Digital. Mentor en redes sociales y marca personal. Escritor. Conferenciante. Formador. HootSuite Ambassador Lat-Am y España. Profesor de comunicación digital y marketing digital. Director de formación y profesor en Escuelas de Negocio y centros de estudios. Asesor de empresas en las Cámaras de Comercio de la Comunidad Valenciana.

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